Lienzo de la nación

Raul y Diaz Canel abrazo 10 de octubre

Periódico Gramma.

A través del balcón de la campana, rodeando el jagüey, esquivando los resquicios entre ruinas de un ingenio que existió, podía verse el mar tranquilo rompiéndose suavemente en una línea de espuma.

Amaneció 10 de octubre y allí, colina arriba, de donde bajaba antes un rastro de miel de caña y sudor negro a los barcos, otro alboroto de espuma conmemoró en tierra libre.

Eso fue La Demajagua este miércoles de octubre en que 5 000 cubanos, hermosamente de blanco al pie del Monumento Nacional, parecían un mar de espuma, otro mar, de gente buena, agradecida, en zafarrancho para los combates nuevos que convoca el presente.

¡Ciudadanos…!, recordaron a Céspedes, y cayeron en la cuenta de que los 5 000 allí son, en efecto, ciudadanos. No esclavos, ni amos, ni mayorales, ni hombres lobos de otros hombres… ciudadanos.

Era también 10 de octubre, y sin embargo, no eran poquísimos blancos frente a muchísimos negros. Había muchos de todos, codeados, naturalmente mezclados, tal como es la condición plena del hombre cuando es libre de los absurdos privilegios de la raza.

Un pedazo genuino de la Cuba soberana que Céspedes proclamó, de la Cuba de iguales que Martí concibió, de la Cuba ejemplar que Fidel construyó estuvo allí, reviviendo la memoria, despertando a los ingenuos «que creen que las subjetividades no pesan en los destinos de un país».

En la primera fila un General, vital, en pie sobre el mismo camino por donde avanza un Presidente joven, niño aún cuando el triunfo de enero en que un Céspedes barbudo bajó victorioso de la Sierra.

El paisaje, dijo, parece un lienzo de la nación. Allí vio luz una Revolución de 150 años.

Será mayor, mucho mayor, eterna, si todos ponemos las manos prestas a construirla con nuevas y creativas pinceladas.

 

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